No sé ni el cuándo ni el cómo sucedió. Sólo sé que fue así: que quise protegerme de tu impacto mortal. Porque ambos huíamos de los mismos espejismos. Y que los dos decidimos ser las raíces vacías de un hostil invierno.
A veces piensas que eres lo suficiente domable cómo para detener tus propias emociones. Pero es entonces cuándo tu corazón responde, y no tu cabeza. Ese salto al vacío interminable.
A veces se llega a sentir tan fuerte que no reflexionamos paulatinamente, no pensamos la realidad.
Por hoy, es irónico, sí, pero sigo riéndome de tus ocurrencias. ¡Gran inventor del chantaje!
En un intento por salvar mi caída, con un sencillo paracaídas, sólo recuerdo tras el impacto tu imagen inerte.
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